Una frontera de escombros tras 12 horas de disturbios

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Las localidades fronterizas entre Colombia y Venezuela amanecieron este domingo llenas de escombros tras asistir a más de 12 horas de disturbios. El presidente colombiano, Iván Duque, visitó la zona para hacer recuento de daños tras la «barbarie» y ordenó el cierre de todos los pasos fronterizos durante dos días, hasta la medianoche de hoy, para «realizar las operaciones necesarias para la correcta prestación de los servicios», según informó la autoridad migratoria colombiana.

Lo cierto es que la postal de una cadena humana que hiciera ingresar el sábado en Venezuela las ayudas solicitadas por Juan Guaidó nunca llegó. La «avalancha humanitaria» se estrelló con las armas y los gases lacrimógenos de los militares leales al chavismo y los grupos que aún respaldan a Nicolás Maduro. En el puente Simón Bolívar, el principal cruce fronterizo entre los dos países, el escenario se descompuso a lo largo del sábado hasta tornarse sangriento.

El día decisivo comenzó muy temprano, cuando dos tanquetas de la guardia venezolana llegaron hasta la línea limítrofe, donde se bajaron tres uniformados, con sus armas en alto, y pidieron auxilio a las autoridades colombianas. En el tumulto, dos personas resultaron heridas y salpicaron de sangre las vallas de Migración Colombia.

La tensión se acumuló a partir de ahí. De un lado, el cordón policial de los agentes de laPolicía Nacional Bolivariana, inmóviles pero nerviosos. Cuando se acercaban los suministros, abundaban las invitaciones para que se acogieran a la amnistía que les ofrece el líder de la Asamblea Nacional: «Vénganse muchachos, piensen en sus familias». Para entonces empezaban a llegar del lado venezolano el sonido de detonaciones, aún distantes, y las noticias de que se había puesto en marcha la represión. Muy pronto, lanzaron las primeras bombas de gas lacrimógeno.

A esa hora ya se habían producido las tres primeras deserciones de una esquizofrénica jornada. Ayer, las autoridades colombianas comunicaron que, en total, algo más de cien miembros de las Fuerzas Armadas de Venezuela habían desertado en Colombia. En el primer par de horas quedó claro que el puente era escenario de una batalla de desgaste y de un paso incesante de heridos por traumatismos, fracturas, golpes en la cabeza o balas de goma, hasta un total de 285 lesionados. Al final de la tarde, era evidente que las ayudas no iban a poder pasar y sus impulsores decidieron entonces proteger la vida de los voluntarios, replegarse y llevar de nuevo los camiones al centro de acopio. De vuelta al punto de partida.

Grupos parapoliciales

En el lado venezolano, los grupos parapoliciales del chavismo seguían operando ayer sin disimulo. Son los autodenominados colectivos, que se han instalado en varias poblaciones del Estado de Táchira para impedir las manifestaciones en apoyo a la entrada de ayuda internacional. «No han dejado de moverse en motocicletas por San Antonio, asustando a la gente. Hoy [por ayer] no han disparado como ayer [por el sábado] que parecía una guerra, pero están en varias zonas donde se dejan ver», relató una mujer que pidió omitir su identidad.

Tras las deserciones, los armados han reforzado su presencia en la frontera de Venezuela. Se han hecho sentir en las ciudades de Ureña y San Antonio del Táchira, con dos puentes internacionales que comunican a Venezuela con Colombia. El paso fronterizo de Pacaraima, el único entre Brasil y Venezuela, estaba cerrado ayer por tercer día consecutivo. Solo cruzaban ambulancias con heridos. Una veintena de personas, la mayoría heridas de bala, fueron tratadas en hospitales de Brasil, según la información oficial.

Ayer, la situación era de tensa calma en la linde. Venezolanos del lado brasileño lanzaban piedras a los miembros de la Guardia Nacional que cortaban el paso y estos respondían con varios botes de humo. Sin heridos. En la noche del sábado dos sargentos que custodiaban la frontera desertaron a Brasil, según el portavoz de la operación militar de acogida. Al primer brasileño con el que se encontraron le dijeron brazos en alto: «tenemos hambre, estamos exhaustos, queremos entregarnos». No llevaban armas.

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